Con manos de cuna
´´Sus dedos de pinzas
ya cierran
heridas
y anudan
cordones
frotando
barrigas´´ (ARAÍ)
Soy Yolandita Viloria, tengo 10 años recién
cumplidos y un cuento les quiero echar. Son las 5:00 de la mañana en nuestra
Comarca El Corozo. Escucho el tercer canto del gallo. Ya es la hora de
levantarnos para ir al jornal. Mi mamá empieza a trastear en la cocina, y oigo
el crujir de las chamizas que se parten con las rodillas para prender el fogón.
Me asomo a la cocina, todavía medio dormida y veo que ya hirvió el agua del
café, siento el agua entrando por la macuca coladora que nos regaló una
señora a la que mi mamá le asistió en el parto. ‘’Amá’’ sigue colando el café y
ese olor tan ‘’gueno’’ me va despertando.
Mi papá ya se había levantado a buscar el becerro y
la vaca para ordeñar. Al llegar, mi mamá le ofrece café y le dice:
--mi Chico, ´´agueite´´ pues, allá está el gran ´´Morococo´´ en la
rama de indio desnudo, se escucha su canto. Lueguito va a parir una mujer y con
el canto está diciendo que es una mujer de la Comarca de Esnuteque’’ Y mi papá
con los ojos ¨pelaos¨ le dijo: ¡ahooo! Ignacia, esas son habladurías de los
viejos de antes.
El gran Morococo |
Entonces mi mamá le dice,
-y es que usted no se acuerda aquella noche que
subíamos de Tubusito que la burra se asustó mucho y casi nos tumba la carga,
pues ella vio lo que yo vi: un ‘’enorme’’ Morococo con las plumas brillantes de
colores y unos diamantes colgados de la rama de Bucare y unos ´´macucos ojones´´
muy bonitos.
Yo estaba escuchando cerca del fogón y sábelo Dios
que me entró un miedo, que salí corriendo a donde estaban mis papás. De repente
mi papá le dijo:
--Ignacia, a usted
cómo que le hizo daño el sereno del río anoche cuando fue asistir el parto de
Albina.
Yo sabía que mi mamá no se quedaría callada y le
dijo,
-¡Ay no Chico, ese sereno! yo estoy
acostumbrada a salir a cualquier hora para atender a las mujeres que le da la
paridera, pues el Morococo me cuida en los caminos. Yo tengo muchas historias
que contar. Servir como partera es una misión que me dio la Virgen de la
Toma.
Entonces mi papá no le contestó nada, solo le miró
con cariño y se fue amarrar la vaca al horcón del patio para el ordeño. Mis
papás tenían como tradición cantarle una canción de Simón Díaz a la vaca
durante el ordeño. De repente salió mi papá acompañando la canción puntuando
con el violín.
Lucerito 'e la
mañana,
Préstame
tu claridad
Para
seguirle los pasos
A
una ingrata que se va.
Mañana
por la mañana
Cubre
tu patio de flores
Que
te viene a visitar
La
Virgen de los Dolores.
Clavelito,
clavelito, clavelito, clavelito.
Estrella
de la mañana,
Claro
lucero del día,
¿Cómo
no me despertaste
Cuando
se iba el alma mía?
Mariposa,
mariposa, mariposa.
Allá
arriba en aquel cerro
Tengo
un pozo de agua clara
Donde
se lava la Virgen
Los
piecitos y la cara.
Nube
de agua, nube de agua, nube de agua.
Es tan clarito los chorritos de leche que salen de
la ubre y van llenando una olleta grandotota. Salgo corriendo a despertar a mis
hermanos para moler el maíz y comernos una arepa con una tazada de leche. Ya
tenemos que ir a la escuela y en la tarde a la Romería de la Sagrada Familia
que está recorriendo las casas de la Comarca. Hoy vamos donde la Señora
Filomena a rezar.
Al finalizar el día en la Comarca El Corozo las
familias se reúnen para rezar el rosario en el altar de la sala, nos alumbramos
con un cabito de vela. Según nos enseñan en el catecismo, el rosario es la
mejor ´´tranca´´ para la puerta y protección contra el mal espíritu. Al
terminar de rezar mi mamá va a la cocina a servir los platos de mazamorra de
maíz recién cosechado. Después de comer todos nos vamos a acostar, pedimos la
bendición a nuestros papás y a dormir.
Cuando son las tres de la mañana se escucha el
canto del Morococo cerca de la ventana, yo me levando con alguito de miedo, me
acerco a la cama de papá y mamá y los despierto. Mi mamá me dice,
--Yolandita, qué haces despierta
--Mamá, el Morococo lleva rato cantando.
Mi mamá, me dice,
--duérmete mi niña, ya se va a quedar tranquilo...
Entre dormida, escucho a mi mamá decirle a
papá.
--Viejo, me tengo que ir, el Morococo me está llamando
para asistir un parto, y la mujer está muy enferma, el Morococo lleva días avisándome.
Chico le responde:
--y quién es esa mujer.
--es María Eugenia, la esposa de Don Ignacio, voy
a preparar la maletica con las cosas para salir.
Mi papá le dice,
--vaya pues mujer, yo me quedo cuidando a los
muchachos, y que la Santísima Trinidad y José Gregorio te acompañen. Así que, arrópese
bien para que no le haga daño el sereno del río.
Mi mamá sale muy apurada, lleva una ruana de lana
de ovejo que le trajo su sobrina María Rosario de Cambimbú. Mi mamá nos contó
que cada vez que va asistir un parto, el Morococo la va acompañando durante el
camino, no necesita luz de ¨jacho¨ porque las plumas de aquel animal tan
misterioso brillan como la luz de la luna.
Cuando siento que todos están dormidos y mi mamá va
´´trastumbando´´ el camino real, yo salgo corriendo detrás de ella, quiero
saber sí es verdad todo lo que ella me ha contado del Morococo. Cuando estoy
cerca de ella, veo que el Morococo va volando bajito casi en su hombro y muy
lleno de luces de colores muy bonitas y unos macucos ojones que voltean a
verme. Entonces yo le grito asustada, ¡mamita! , ella voltea sorprendida y me
dice:
-Yolandita pa´ qué se vino, hace mucho frío mi niña.
Entonces mi mamá me cobijo con la ruana y nos
fuimos camino arriba, yo le acompañaba muy feliz y encantada por lo que estaba
viendo, ese extraño animal era muy bonito...Mamá era verdad, el Morococo es tu
amigo y te alumbra en el camino.
--Si, Yolandita,
pero no se lo digas a nadie, la gente habla mucho, capaz y dicen que yo soy
bruja. Pero no es así, yo desde muy jovencita me gusta ayudar a la gente, y no
me importa la hora para estar donde me necesitan. La Santísima Trinidad, la
Virgen de la Toma y José Gregorio me acompañan.
El Morococo seguía alumbrando hasta llegar cerca de
la casa donde le tocará asistir a la mujer. Por el camino nos encuentra el Sr Ignacio
que venía corriendo a buscar a Mamá. Y le dijo:
- Ignacia yo iba horita pa´ su casa a buscarla,
cómo hizo pa´ saber que ya María Eugenia va a parir. Y mi mamá con mucha picardía le
dijo:
- Don Ignacio, ´´yo escuché los gritos de María Eugenia desde el otro lao´´.
Entonces Don Ignacio respondió,
-Así gritará de duro que hasta por allá se
escucha...
Llegamos a la casa donde hay mucho alboroto, la tía de María Eugenia le dice a mi mamá:
--¡Ay Ignacia, ese muchachito viene arrecostado!
mi muchacha como que se me va morir, tiene mucha calentura y está muy débil.
Entonces mi mamá pasa al cuarto diciendo estas
palabras una y otra vez:
-¡Jesús, Hijo de Dios vivo!
-¡Jesús, Hijo de Dios vivo!
-¡Jesús, Hijo de Dios vivo!
Me llevan a la cocina para esperar a mamá, y me
siento en un banquito a lado de un gato que se está calentando al lado del fogón,
luego me acerco a una puerta y voy mirando por una rendijita lo que está
pasando en el cuarto.
María Eugenia está dando unos tremendos gritos de dolor, mi mamá se dispone para su trabajo, saca de su bolso unos tarritos de aceite preparados con ramas y empieza a sobar la panza, le dice:
--Mija es la primera vez, no se ponga tan nerviosa, tranquila, solo debes pujar fuerte que yo voy acomodando al muchachito pa´ que salga ligero. De una de las botellitas de la un ´´tragao´´ de jarabe con miche y la señora agarra fuerza para pujar.
´´En medio de ese gemido
mezcla de dolor y alegría
tu cuerpo se abrió
como fruta madura
Todo se volvió silencio
todos querían escuchar
Corren las mujeres
a solicitud de la partera
¡agua caliente, trapos!
corren las mujeres
Afuera la espera es nerviosa
hasta que se escucha el llanto
¡Todo está bien!
alguien nos grita
Empiezan entonces
los apretones de manos,
los abrazos,
las palmadas en la espalda
Desde este día
ni ella ni yo
seremos los mismos
nuestros nombres se cambiarán
por el de mama´ y papa´´´
(Bhoemio)
Como la parturienta aún estaba nerviosa mi mamá empezó a cantar una canción con unas palabras que solo ella y el Morococo entendía. De repente como en un encanto, el cuarto se llenó de luz. Llegó un ángel muy bonito con un ´´bojote´´ en las manos, tenía unas alas muy grandes y brillantes, se escuchó el chirrío de un chinito, y mi mamá agarró el bojote que le entregó el ángel envuelto en una tela blanca y lo puso en los brazos de María Eugenia. La nueva mamá sonriendo le dio un besito al chinito en la frente y dijo:
--¡Mi pequeño Salvador Ruiz, Dios y la Virgen te
bendigan!
Mi mamá mando a que bañaran al niño con agüita
tibia con claveles. También que le
dieran sopa de gallina a la nueva mamá.
El Señor Don Ignacio, muy agradecido con el trabajo
de mamá le regaló dos gallinas para que se las comiera el domingo y una maletica
de harina de trigo.
--También le dijo, usted y chico serán los padrinos
de agua del pequeño Salvador.
Ya de regreso a la casa, le pregunté a mi mamá por
el ángel de aquella madrugada. Ella me dijo.
--Mi pequeña Yolanda, el ángel que lograste ver, es el ángel de la guarda. Todos tenemos un ángel que nos trae del cielo a visitar la tierra, y nos entrega a unos papás como Don Ignacio y María Eugenia . Llegamos al mundo envueltos en un ´´bojotico´´ de tela. El ángel de la guarda nos acompaña en todo nuestro vivir hasta el día que nos toca volver al cielo.
Encantador relato
ResponderBorrarSe expresa magistralmente la oralidad fecunda de nuestros pueblos andinos.
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