Mis ángeles de la guarda
María Hernández y Luz Marina Araujo
Al llegar al liceo, fui corriendo
a ver la cartelera de los resultados de las evaluaciones de matemática, vi la
nota 03 pts. Mi mundo anímico regresa al caos, no quería estar allí , sentía
la burla de algunos de mis compañeros, otros me decían te queda una sola
oportunidad, si no vas a repetir de año otra vez. No podía ocultar mi tristeza
vital. En ese momento pronuncian mi nombre, Freddy, ven acá. Era la profesora
María Hernández de la clase de Biología. No, le conocía, pero desde hace unos
días sentía que ella estaba pendiente de mí. Nos pusimos a conversar y le
comenté de mi situación vital. Ella me escucho con mucha atención y me ofreció
su ayuda, me recomendó buscar otra persona que me explicara las matemáticas
durante las vacaciones y así preparar la prueba. Me dijo, tienes un bloqueo
interno con la materia, pídele a Jesús que te de la virtud de la perseverancia,
estoy segura que ese buen compañero de camino te colocara a la persona indicada
para iluminar tu mente y pasar la prueba. Me dio un abrazo que pudo trasmitirme
nuevamente ánimo. Salí corriendo después de la conversación a preguntarle a mi
prima Luz, si me podía explicar matemática durante todo el periodo de
vacaciones.
Compañero de Camino.
El domingo cuando voy a misa temprano, el Padre Isaías Torres, misionero salesiano en Kenia, comenta en Evangelio de los discípulos de Emaús y dijo una frase que dijo quedó resonado en mi alma para siempre: Jesús es compañero de Camino. Pues, ahora entiendo que Jesús está muy presente en la realidad de los que ayudan a los necesitados, en los maestros que atienden a los estudiantes con dificultades, en las personas que sufren. Jesús nos empapa con la llovizna de su Evangelio para poder llevar sus gestos de bondad en cada rincón de la vida, para colocar un remiendo de bondad a los corazones heridos. Para transmitir fuerza vital a quien está agobiado con el peso de las preocupaciones, de aquellos que no encuentran salida porque hay bloqueos vitales que impiden la entrada de la luz. Aquí estoy y contigo me ofrezco para ser tu discípulo.
Profunda alegría.
Mi prima Luz, me atiende durante las vacaciones con mucha disposición, su forma de explicar fue diferente con mucha paciencia y serenidad. Las clases eran divertidas y no sentía la presión de escenarios negativos. No solo aprendí matemáticas, este tiempo de formación puso orden a mi caos. Me sentía iluminado internamente de mucho entusiasmo para seguir. Llega el día de la prueba, me sentía preparado y logre pasar el examen. Fue un momento de profunda alegría, después me fui caminado con los pies descalzos desde el liceo a la Virgen del Teleférico a pagar la promesa por haber pasado. Desde ese día ese muchacho tímido inicia un camino de servicio a la comunidad y poco a poco fui tomado conciencia de ese primer llamado que Jesús de Nazaret me estaba realizado en lo profundo de mi corazón.
Integración personal:
Te invito simplemente a tomar conciencia de
tus ángeles de la guarda.