lunes, 27 de noviembre de 2023

¡Vamos a casa Gaviota los niños nos esperan!

 


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¡Vamos a casa Gaviota los niños nos esperan!



“Dichoso el que piensa en el débil; 
el Señor lo librará en el día de la desgracia ¨Salmo 41:1


En la cama número 20 de la Emergencia del Hospital Central de Valera, sección de mujeres, área Cardiología, se encuentra mi nona Cornelia Barrios de Araujo con 37 años de edad y madre de 7 niños: Martha, María, Jesús, Audelino, Ramona, Mariano y Dolores. 

Está muy delicada de salud con insuficiencia renal debido a un problema en el corazón, tiene en su mente una preocupación profunda que le está desgarrando su alma;

 ya que  lleva una semana en el hospital y  los médicos aún no le han informado sobre su enfermedad. 

Mi toto Ramón le está atendiendo con mucho sacrificio, ya que está al tanto de los niños que se han quedado solos en casa con Martha, 

María y Jesús que son los mayores, allí cuidan de los pequeños. 

Son tiempos difíciles en el país.

Es la década de los años 60, muchas realidades de pobreza y exclusión afectan a la Región Andina. Se suman a estas situaciones un terrible verano que no ha permitido el desarrollo de las cosechas. Los campesinos de la Comarca del Corozo y otras zonas de la Quebrada no tienen un sistema de riego, las siembras sólo dependen de las lluvias, por lo tanto, la gente sufre la escasez. Hay hambre en las familias, y el trabajo del jornal era de sol a sol e implicaba mucho esfuerzo, casi 11 horas de trabajo muy duro.

 

¡Ay Ramón! Estás por acá.

¿Qué noticias me traes de mis muchachitos?

 ¿cómo están?

Tengo tantas ganas de verlos.

 ¿Cuánto tiempo estaré en este hospital?

 ¿Cuándo volveremos a casa?

¿Cuándo pasará este dolor en el pecho?

 

Mi querida Cornelia aquí estoy para darte apoyo. Los niños están bien; por las noches quienes lloran más son Audelino y Ramona. Marta se ha convertido en la segunda Mamá de Mariano y Dolores. María ayuda con los oficios de la casa y Jesús le está ayudando al Señor Jacinto a cosechar caraota.   ¡Ramón, cuánto me alegra saber de ellos!

Él la toma de la mano, le da un beso en la frente y  acaricia su cara, manifestando su afecto y cariño. Todo estará bien mi Gaviota, confiemos en Dios y en la Virgen, pronto regresaremos a casa con los niños. Ella sonríe sintiendo internamente una sensación de consuelo, que como un fuego inunda su corazón devorando la desesperanza y la desolación. Se queda dormida.

Y Ramón sigue allí pensando.

¿Qué enfermedad tendrá mi Gaviota?

¿Qué va a ser si Cornelia muere?

Son muchos niños y muy pequeños.

La situación es tan difícil.

¿Cómo saldré adelante?

Ojalá llegue pronto el invierno para poder tener

más trabajo en el jornal.

¡Padre Eterno ayúdanos!

 

Mientras tanto, yo me quedo dormida profundamente consolada por la presencia serena de Ramón. Es un hombre muy bueno, es mi apoyo y mi fortaleza. Ese día soñé que estaba en casa y atendía los oficios del hogar. Ramón estaba en el patio jugando con los niños y moliendo el maíz. Vamos a preparar una buena cena. Con maíz nuevo haré unas cachapas rellenas con cuajada y mantequilla que me trajo mi amiga Mina. Los niños están contentos, nos sentamos todos a la mesa a cenar y damos gracias a Dios por el alimento. Yo me levanto de la mesa y voy pasando por cada puesto dándole la comida a los niños. Luego los abrazo y les digo que todo estará bien, si llego a faltar siempre cuidaré de ustedes.

 

Me acerco a mi buen Ramón, le quito el sombrero, lo abrazo y acaricio su pelo. Le digo, mi viejo muéstranos el premio que te ganaste en la Rifa de la feria de San Roque. Ramón se levanta con una sonrisa cargando a Dolores y va al cuarto; saca una bolsa de tela y dice, hoy es un día de fiesta...Los niños más grandes están sorprendidos y quieren saber que hay en la bolsa. Yo también estoy emocionada por saber qué se ganaría,  pone la bolsa en medio de la mesa y les dice a todos que cierren sus ojos. Me pide a mí que junto con Mariano saquemos lo que está escondido. Al abrirla se ve una pequeña caja cuadrada de color azul. Los niños no saben qué es. 

¡Ramón, te ganaste una radio! Entonces encendemos la radio que era de baterías. Sintonizamos, una emisora que emite las rancheras de las hermanas calles. Los niños no salen del asombro y la alegría. 

Todos nos ponemos a bailar en aquel humilde comedor. Estábamos en un momento muy profundo de eternidad. 


Era experimentar allí la alegría del cielo. Yo bailo con Ramón la canción de Gaviota, así me decía él por cariño. Le expreso mi alegría porque tuvimos esa bendición ganarnos la radio. 


¡Nuestros días serán más alegres!


Me despierto y veo que Ramón está allí. Me trae la comida. No me provoca comer. Ramoncito, busca la taza y llévale esa comida a los niños. Ramón ¿los niños estarán cuidando la radio?

Ramón siguiéndome la corriente como si conociera aquel sueño, me dice, si, Jesús lo guarda en el baúl. Todas las noches se sientan en el filo a escuchar las rancheras. Están muy alegres y esperan que pronto regreses a casa.

Allá por el pasillo va el médico, ve a preguntarle sobre la enfermedad.

Doctor ¿cómo sigue mi Cornelia? El doctor me dice, le queda poco tiempo de vida, tiene una miocardiopatía. Es una enfermedad del corazón en la que, debido a distintos factores, los músculos cardíacos están dañados, por lo que este no puede funcionar como es debido, no bombea la cantidad de sangre suficiente, y por lo tanto, la persona llega a padecer como su esposa insuficiencia cardíaca. En la medicina popular le llaman Hidropesía. Esa noticia me traspasó el alma. Las lágrimas me desbordan. Dentro de mí algo se rompe. Pienso en ella, en los niños, en la familia. ¡Doctor, la puedo llevar a casa para que por lo menos se despida de los niños! El doctor me dice, no es posible, está muy delicada de salud para viajar. Le ruego déjeme sacarla del hospital.  El doctor me responde. Para poderla llevar deben firmar unos papeles y aplicar el tratamiento al pie de la letra.

Hago la diligencia con el señor Sixto que había bajado al mercado municipal, 

quizás le quede un puesto en su carro para subir hoy mismo. 

Así fue, si había puesto disponible.

 La carretera es de tierra. 

Va muy agotada por el viaje.

 En la Virgen del Teleférico paramos a colocar un alumbrado, 

rezamos el Ave María y seguimos. 

Gaviota el doctor me dice que te vas a mejorar.

 Después de un largo viaje en el carro de don Sixto llegamos a la comarca 

El Corozo. 

Los niños salen contentos a recibir a su mamá.

Yo siento mucha alegría de verlos, los veo muy grandes, esa semana en el hospital parece que fue un año. Estaba muy aburrida y preocupada por mis niños. Marianito y Dolores me abrazan y no me quieren soltar, son los más pequeños, pienso tanto en ellos. Audelino y Ramona se abrazan a mis piernas y acarician mi pelo.  Veo que Martina y María tienen la casa ordenada, cuidan muy bien a los niños. Mi Jesús está hecho todo un hombre, esa gorrita se le ve muy bonita. Allí estoy yo sentada, ya muy débil. Llegan amigas que tanto quiero: Melania, Elba, Ignacia, Cristina, Bernabela, Mariana y Mina. Martha me comenta que la maestra Sofia Ruiz llegó ayer, y les trajo avena con pan. Se sentó un rato con ellos a jugar. Ella estaba preocupada porque los niños no pudieron volver a la escuela desde que me enferme. Pues ya llevo 2 años con esta enfermedad. La Señora Melania y el Señor Hilarión siempre están disponibles para ayudarnos con los niños desde que todo esto comenzó, cómo quisiera yo que fuera simplemente un sueño, pero es así.  

En la casa está llegando mucha gente, siento que me voy despidiendo de todos. 

Aunque Ramón no me ha dicho nada, sé que me quedan pocas horas. Solo le pido a Dios y a la Virgen por los niños, algunas de mis amigas me dicen que esté tranquila que ellas estarán a cargo de los pequeños.

Ramón, llévame a la Sala, ya estoy cansada. Él le dice, mi gaviota no te me vayas. Tráeme a los niños para despedirme de ellos. Se quedaron un buen rato conmigo en la sala. Me empiezo a sentir muy mal. Entonces sacan a los niños al patio. Mis ojos poco a poco se van apagando. Una luz muy luminosa llega a la sala. Ya no siento dolor en mi cuerpo. 

Una presencia muy tierna me abraza, en el fondo escucho la música tradicional de nuestras fiestas. 

Respiró profundamente e inició mi viaje a la eternidad. Mis niños siempre estaré con ustedes. 

 Marta y Jesús se abrazan al ver a su mamá partir. Gertrudis y Melania abrazan a María y se hacen cargo de atender a los más pequeños.

Marta dice mi mamá se ha ido de viaje, 

pero pronto regresará en el carro de Don Sixto.

Después del entierro llegó mi papá a casa muy cansado, recuerdo que traía unas cabuyas en las manos, la expresión de su rostro era muy triste, sin embargo, me mira y señala al cielo diciendo. Mi Gaviota vuela ya. Ramoncita y Audelino no paraban de llorar. Mi papá los sienta a los dos sobre sus piernas, los abraza cantándoles aquella canción que mi mamá había escuchado en aquel sueño. Y así vamos creciendo con muchas dificultades. Bajo los cuidados de las amigas de mi mamá que realmente eran una salvación en los momentos que no teníamos comida. Mi papá se esfuerza por sacarnos adelante. La depresión lo ha hecho caer otra vez en la bebida. Trabaja de sol a sol para levantar la familia. Con mucha dedicación nos lleva el pan de cada día. Siempre tuvimos la certeza del regreso de mamá. Ella llegará en cualquier momento por nosotros. Mariano será el primero en partir a su encuentro, luego vendrá por mí y por Ramoncita.

Me despierto en aquella cama de hospital.

Ramón me dice,

vamos a casa Gaviota.

Los niños nos esperan.

Todo era un sueño, tu corazón está muy bien,

lo veo lleno de flores.

Te amo mi Gaviota.


“En el agua se refleja el rostro,
y en el corazón se refleja la persona”.
Proverbios 27:19:

Capítulo 9
Dedicado a toda la familia Barrios Araujo.
 A quienes llevamos en lo profundo del corazón a ellos
 que desde la Eternidad nos cuidan,
nos bendicen y nos cuestionan nuestro modo de vivir.  


“Comerás del fruto de tu trabajo; serás dichoso, te irá bien”
Salmo 128:2:





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